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La tableta blanca con una manzana dibujada en el centro cubría casi la totalidad del rostro de Destino, solo los lentes y su cabello despeinado se asomaban. Más para sí que para Muerte e Invierno comentó: “Tengo que confesar que al menos en lo que a mí respecta, la modernidad ha facilitado mi existencia”. Dio unos golpes con el dedo índice a la tableta y continuó. “Aunque conlleve otras complicaciones, es un alivio no tener que cargar con volúmenes y volúmenes de libros. Todo lo llevo aquí”. Con un dedo pulsaba la superficie de la tableta y no separó ni un instante la mirada del aparato.
Los otros dioses esperaron a que el tercero hablara, con él siempre había que esperar. Al cabo de unos minutos se dirigió a ellos. “Según el índice de archivos, el escenario actual tiene muchas bifurcaciones según lo que suceda con el individuo ese”, levantó por un instante la mano de su artefacto para señalar al montón de periódico. Muerte se intrigó, no pudo evitar arquear una ceja, mientras que sus finos labios formaron una sonrisa. A Invierno no le importó el comentario, sólo se sabía cansada y no deseaba otra cosa más que rescatar a aquel individuo.
“¿Qué tiene de especial éste mortal?” Preguntó Muerte. “Viendo su trayectoria, es de los tipos más afortunados o desafortunados que han caminado sobre este planeta.” El aparato produjo un sonido y Destino se interrumpió, tecleó sobre la pantalla y continuó. “Sin saberlo mantuvo una relación con Desidia por varios años, lo cual no es de extrañarse conociendo a Desidia. Lo sorprendente es que después de años de sufrir su influencia, tuvo la fortaleza para liberarse.” Invierno miró sorprendida al individuo en cuestión, se hiso a la idea que tenía que salvar a aquella persona a cualquier costo. Muerte por su parte no se impresionó tanto, estaba acostumbrado a escuchar toda clase de hazañas sobre últimos momentos de heroísmo pírrico.
“No puedo dejar que te lo lleves” comentó Invierno, sus palabras llevaron consigo tal la frialdad que comenzó a nevar. Muerte soltó una pequeña risa apenas audible, que resonó en los oídos de todos los moribundos, “¿Y con qué derecho me lo vas a impedir? A diferencia de ti, yo estoy cumpliendo con mi función. No con un capricho”. Destino chasqueó la lengua, se interpuso entre los dioses y terció. “Antes de que comiencen a pelear, les comentó que sin saberlo, él – señalo a la pila de papel – se sacrificó voluntariamente a Olvido. Desidia le pidió a Olvido que se llevara la determinación de abandonarla, así que el dios visitó a nuestro peculiar amigo en sus sueños y éste sin más le dio todo cuanto podía olvidar, incluso el nombre”. Destinó calló y esperó a que uno de los otros dijera algo.
“Y ahora – dijo Muerte – somos tres más inmiscuidos en su vida. ¿Qué crees que debamos hacer?” Los tres dioses aguardaron en silencio. Destino tecleó con frenesí en su tableta varias consultas, en realidad siguió trabajando en espera del siguiente paso. El único cambio en la postura de Muerte fue que comenzó a tamborilear los dedos de una mano sobre su brazo, para él estaba más que claro lo que había que hacer. Invierno caminó en círculos frente al sujeto motivo de la discordia.
Al ver que ninguno de los dos se atrevió a dar el primer paso, Destino apagó su tableta y tallándose los ojos habló. “Admito que esta situación es tan excepcional que me gustaría poder decirles cuál de las posibilidades me ocasionará menos trabajo. Sin embargo tengo que adherirme al protocolo y éste me lo impide. Ahora, con su permiso, me marcho porque una vez más el servidor principal está por saturarse y hay muchas cosas por hacer antes de migrar a uno nuevo.” El adolescente se alejó de la escena sin darles oportunidad de réplica.
Invierno volteó de golpe cuando escuchó el crujir del periódico, Muerte se había desplazado hasta el mortal sin que ella lo notara. “Aléjate de él.” le ordenó. Una mirada desafiante se escapó del rostro del dios, pocos seres cometían la osadía de contrariarlo. Tomó un momento para componerse y con desdén se dirigió a la diosa. “¡Obsérvalo! Si llegué antes que tú fue porque desde entonces la supervivencia no estaba en sus posibilidades. Lo único que se ha logrado desde la intervención de Destino es que su esencia se encuentre atrapada allí dentro. ¿Quién eres tú para condenar a un ser de esa manera?”
Invierno se quedó sin palabras, un sentimiento de derrota recorrió su ser. Se sintió harta de todo aquello. Harta de tanto esfuerzo. Harta de tanto ir y venir. Harta de tanto fracaso. Realizó tanto como le fue posible, y se bastó. Sin pronunciar palabra abandonó a Muerte y al sujeto, se refugió en el deseo de sepultar al mundo entero bajo la nieve. La fuerza de su esencia hasta el momento contenida fue liberada de golpe en forma de una terrible tormenta.
Muerte esperó con prudencia hasta que Invierno estuviera lejos, no deseaba más intromisiones. Tendió su mano al espectro aprisionado en el mortal, éste último la tomó y a la par que se puso de pie dijo. “Disculpa, pero no puedo ir contigo”. Soltó la mano de Muerte e hizo como si se sacudiera el polvo de sus prendas. Muerte perdió los estribos, tomó al espectro del brazo e intentó jalarlo por la fuerza. Su mano resbaló, el dios perdió el equilibrio y cayó al suelo. “De nuevo te pido una disculpa, pero no puedo ir contigo” dijo el espectro con toda naturalidad. Atónito, Muerte observó al espectro sin comprender, el espectro le ayudó a ponerse de pie y se excusó con toda naturalidad. “Disculpa la falta de agradecimiento, voy tarde a una cita”.
Muerte miró al espectro marcharse e incrédulo contemplo como iba tomando forma material a medida que la nieve tocaba su cuerpo. Cuando lo perdió de vista ya poseía un cuerpo idéntico al que yacía inerte bajo el puente. La mentalidad práctica de Muerte tomó riendas de nuevo, razonó que ya no tenía motivo para estar allí. Maldijo la pérdida de tiempo ocasionada por Invierno y continuó con sus labores. El individuo ya no era de su incumbencia.
Invierno lloró sin cesar en la azotea de un edificio, la tormenta en sincronía sumió la ciudad en sombras blancas. La diosa maldijo a Verano por sus bromas, a Otoño por su indisposición, a Muerte por su arrogancia y sí misma por haber cedido. “Hice lo correcto, salvé a los que pude, y a él, dejé que Muerte se lo llevar sin más. ¿Por qué no hice más por él?” Se reprendió. Una voz familiar contestó de espaldas a ella: “Hiciste lo necesario, estuviste presente en el momento indicado.” Invierno giró de un salto, de pie frente a ella estaba aquella persona. La ventisca tironeó su ropa y sus cabellos, pero él pareció disfrutar del frio. Él se puso en cuclillas frente a la confundida diosa y la rodeó con sus brazos a la vez que decía. “Te busqué toda mi vida. Ahora recuerdo quién soy y dónde pertenezco.” Invierno sintió una como una cálida sensación invadió su cuerpo, apartó de su mente el cansancio, los fracasos, a los otros dioses y se dejó colmar por aquella calidez.
Allí, en sus brazos, ella le reconoció y su corazón dio un vuelco de alegría. Susurró su nombre con reverencia. Ullr. Él la apretó hacia sí. “La última vez que te vi Skadi te juré regresar. Una y otra vez he renacido pero el velo de la mortalidad es muy engañoso.”
Ella rompió en llanto una vez más, esta vez de alegría. Su amor salvó más de mil años de olvido para regresar a ella, trajo consigo además uno de sus nombres más queridos. Skadi. Recordó quién era en realidad y sus lágrimas se cristalizaron, beso al dios. El cuerpo era diferente, pero era él. Su compañero. Su amante. Su cómplice.
Destino tecleó el punto final, releyó el párrafo, una sonrisa de satisfacción cubrió su rostro. Éste desenlace en particular le complicaría la existencia más que otros, pero en el fondo se sabía un romántico. Guardó el documento y apagó la tableta.
Y...y...y...entonces, ya no va a salvar gente? :(
ResponderEliminarQUE BONITO FINAL!!!!!
ResponderEliminarY PARA VARIAR LLORE!
Uno: yo quiero ser Destino (y quiero un Ipad, porque de seguro usa Mac). ¿Y qué va a pasar con Muerte? Tenía la leve esperanza de que no terminara sólo y abandonado, pero bueno se lo buscó. Los inviernos tienen un final feliz. :D
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